domingo, 28 de abril de 2013

El detrimento en el consumo de vino en España y en su cine

El cine es en muchas ocasiones un fiel retrato de la realidad social en la que vivimos. Es cierto, que siempre se juega con el factor de ficción, incluso en los documentales. Así, como dice Chantal Akerman en el fascinante documental "Guest":

“Una buena ficción siempre tiene un punto de documental. Y un buen documental, un punto de ficción.”

Pero dejando de lado la ficción más exacerbada, se pueden sonsacar claras conclusiones de múltiples índoles gracias al estudio de la producción cinematográfica de una país. Es apreciable la evolución dentro del ámbito social de innumerables cuestiones. Como van apareciendo las nuevas tecnologías, como van desapareciendo tabúes y como perduran otros, como evoluciona las ideas como otras se estancan irremediablemente. Hay innumerables ejemplos desde índoles sociales (muchos los encontramos en la filmografía de Ken Loach o Kaurismaki), religiosas (“Ordet”), políticas (“Teléfono rojo”), ideológicas (“El nacimiento de una nación”), morales (“No Matarás”)...

Pero en este caso vamos a centrar nuestra vista en el consumo de vino y en el cine español, y así percatarnos de la cuestión que ya nos anunciaba el título de la entrada. Sí, es cierto, el consumo de vino en España está cayendo y ésto lo podemos observar claramente en su producción cinematográfica.

Me gustaría continuar con el comienzo de una de las grandes obras del cine español “Bienvenido Mr Marshall”: “Pues señor, erase una vez un pueblo español, un pueblecito cualquiera (…). Un pueblo sin nada particular, con su plaza donde se dan los bailes los mercados y las noches de luna, su viejisima iglesia y que los entendidos consideran que tiene un gran mérito, su ayuntamiento con su balcón y todo, para que el alcalde pronuncie desde él elocuentes discursos, con su reloj roto, su escuela con su mapa donde todavía existía el imperio austro-húngaro y una casa cualquiera de un hombre cualquiera, el café que es al mismo tiempo gran casino, fondo universal, cabaret con atracciones y estación de la línea de autobuses...” Con su gente sencilla que también nos será presentada con total detalle al inicio de la película, como el alcalde y cacique, otra figura principal como es el cura, “el hidalgo sin ninguna mancha ni dinero, y esos que se sientan en la plaza ha pensar en las cosechas que nunca han tenido. Donde todo va bien, o mejor dicho ni va bien ni mal, todo va como cualquier día.” Y en esta tesitura que nos describe el inconmensurable Berlanga se puede observar como se bebe un vino tan anónimo como el mismo pueblo, tan típico y tradicional como Villar del Río. Y no será la única película de este genio en la que vuelve a aparecer el vino tinto, como en ese sarcástico retrato social titulado “Plácido”. También encontramos ese humor negro marinado con champán junto a una mordaz crítica sobre la pena de muerte en “El verdugo”.


En otra “ciudad cualquiera, de cualquier provincia de cualquier país. (…) Se oye como el sonido de la gran campana inaugura ya el aire aun dormido de la ciudad, después viene otra vez el silencio, y en él, el rumor de la escoba municipal poniendo a punto para el día la Calle Mayor. Sí, en la “Calle Mayor” de esta ciudad de provincias, que resulta ser la capital de La Rioja, también se bebe vino entre crueles bromas y una realidad social abrumadora.

Aparece en mi mente la intensa y visceral “Los santos inocentes”, donde campesinos y señores degustan sus vinos. Se nos ha olvidado esa época en la que el trabajador cansado necesitaba el aporte calórico que nos brinda una botella de vino en el cuerpo. Me resulta imposible no recordar ese elixir peleón, plagado de posos que residía en la barricas de la bodega de mi aldea. Como el que se podía beber en “El bosque animado” o la delirante “Amanece que no es poco”.
Imposible de olvidar “Viridiana”, obra maestra del séptimo arte, grotesca, irrepetible y magistral. En la que no podía faltar el vino en esa peculiar última cena.


Y hasta la juventud urbanita de entonces encontraba en el vino a su fiel acompañante nocturno. En esas “Noches de vino tinto” en las que se recorre tasca a tasca, vaso a vaso de vino la noche de la Ciudad Condal. Se trata de un película con claras influencias de la Nouveau vague aunque sin alcanzar la elegancia de la escuela francesa. Pero es un ejemplo perfecto para demostrar la diferencia con una juventud muy diferente a la actual que buscaba refugio, celebración o consuelo en el fondo de un vaso de vino. Ya que hoy en día, para nuestros jóvenes el vino ha quedado relegado a un triste olvido o a una buena mezcla con coca-cola.

Es cierto que la sociedad ha cambiado, pero es triste perder las buenas costumbres. Y sería muy reconfortante recuperarlas. No recuerdo la última película de cine español donde el vino tenga un lugar destacado en el desarrollo de la trama. Y mucho menos cuando el film esta enfocado hacia la porción joven de nuestra sociedad. No os esforcéis, perdió la batalla con la cerveza, alcoholes de mayor graduación y otro tipo de drogas.
Solo se me viene a la mente la insistencia de Karlos Arguiñano reclamando vino y pan, haciendo un llamamiento a las viejas tradiciones, para comer una tortilla de setas posiblemente envenenada. Aunque quizás “Airbag” ya se podría englobar en ese limbo, que a mi personalmente tanto me cuesta discernir, llamado "clásicos modernos". Que linea tan difusa.
Pero qué ocurre cuando nos vamos a producciones más actuales. Por ejemplo en “Los girasoles ciegos” no recuerdo ni la mera presencia del vino. De hecho, Elena (Maribel Verdú) no tiene vino, así que ofrece a sus invitados coñac, exclusivamente. Pero no será la única, en la joya de animación “Arrugas” tampoco vemos vino. Y como en ésta, lo mismo ocurre en “Azul oscuro casi negro”, “Grupo 7”, “Celda 211”, “Los amantes del circulo polar”... Y así tantas otras que todavía no tuve ocasión de ver o de recordar.
También se me viene a la mente “La piel que habito”, genuínamente Almodóvar, la huella del manchego queda patente en su cuidada técnica. Desde mi punto de vista, no estamos ante su mejor ni su peor obra. Pero centrándonos en lo que nos interesa, sólo vemos champán cuando es inevitable, cuando rechinaría no verlo, en las típicas celebraciones. Pero en fin, qué le vamos a hacer...

Para finalizar, reiterar que el consumo de vino está en detrimento, especialmente en la sociedad española y en su cine. Juan Luís Buñuel, Luis García Berlanga, Juan Antonio Bardem... siempre tenían un espacio en la mesa para la botella de vino. Pero actualmente ha ido despareciendo del celuloide español como de nuestras mesas. Menos mal que algún cineasta extranjero se acuerda de que en España todavía se hacen buenos vinos ("Vicky Cristina Barcelona").

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