Estamos ante dos clásicos, uno
del cine y otro de los vinos de Rioja. Pero ambos permanecen jóvenes gracias a su dinamismo y su ritmo ágil. Los dos nos
pueden sonsacar una sonrisa fácil e inteligente, provocada por esos
fantásticos matices y su relativa complejidad.
La frescura de frutos negros y rojos, un magnífico guión, la paciencia sosegada de una madera que permite respirar a la fruta, la elocuencia de unos actores en estado de gracia... Todo encaja en este clásico que
permanecerá insosegable en nuestra mente. Dos obras tremendamente sofisticadas, elegantes y sutiles que nos costará muy poco dijerir. Con un cuerpo concentrado, meloso y espectacular. Con un tanino que hace salivar y pide otro
trago. Con esa retronasal donde reaparece esa madera ligeramente especiada, que entraña vainilla y coco. Con esa espectacular banda sonora y cuidada fotografía. Se trata de una interpretación más
moderna de los clásicos vinos de Rioja, pero sin perder la compostura. Al igual que la película dirigida por Cukor, un clásico que todavía hoy sigue sorprendiendo por su intemporalidad. Un clásico que nunca nos aburrirá, que
te reclamará una vez más.
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