El
viñedo y el paisaje vitícola, por todas sus peculiaridades, puede
emplearse como una herramienta más en manos de directores y
realizadores en sus películas. Estos parajes,
generalmente constituidos por monocultivos de vid, suelen esconder
algún tipo de simbolismo, metáfora o personificación. A continuación, intentaré expresar algunas de mis interpretaciones de diferentes películas. Algunas pueden resultar atrevidas o rebuscadas pero, desde que me intereso por este mundo de la enología, no puedo evitar decir como un tonto cuando aparecen viñas en alguna película o serie: "Mira, si ahí hay un viñedo", y sacar algún tipo de conclusión.

De
este modo, vemos a la viñas como un personaje más. Siendo
protagonista en esos parajes invernales, fríos, tétricos, desolados y
grises que entrañan una inmejorable consonancia con el desarraigo
social de la protagonista. Y conjuntamente emanarán una cruda sensación
de melancolía. A
pesar de ello, parece que el único momento en el que la protagonista
encuentra paz es entre esas cepas desnudas y retorcidas.
En
“El Gran dictador” de Charles Chaplin, se fusiona a la perfección
humor, sátira y crítica política. Fue un grito de repulsa frente a
los totalitarismos que asolaban Europa cuando se lanzó la película en
1940. Con ese, ya clásico, juego del líder fascista con el globo
del mundo y ese gran discurso final, que bien podría aplicarse a
estos tiempos actuales; eso si, eliminando ciertos matices.
Mucha gente no asociaría esta película al mundo del vino, y yo no lo hubiera hecho sino la hubiese visto hace relativamente poco. En ella, algunos de los personajes se ven avocados a la emigración hacia Osterlich. Nombre con el que Chaplin parece hacer alusión a Francia. Y este país ficticio se muestra con una pequeña granja en medio de unos inmensos viñedos. Incluso se puede apreciar algunas escenas de vendimias. Mostrándose como una época de felicidad, que se refleja en la cara de los personajes, como si esos interminables viñedos de ese país ficticio fueran símbolo de esperanza, alegría y libertad.
En
otra película, y tratando los mismos sentimientos y sensaciones encontramos “Las
uvas de la ira”. Adaptación de la novela de John Steinbeck, que
define a perfección Miguel Ángel Palomo en el Diario El País en la
siguiente crítica:
"El
más impresionante retrato de la depresión que asoló los Estados
Unidos en los años treinta viene firmado por la mano maestra de John
Ford. Un canto a la solidaridad. Cotidiana, lírica y comprometida,
una película inolvidable, necesaria y magistral"
Una
familia es desahuciada y expulsada de sus tierras. Para escapar del
hambre y la pobreza se ven avocados a emprender un eterno viaje lleno
de penalidades hacia California, con la esperanza de encontrar un
futuro próspero. Como veis, esta película también guarda un claro
paralelismo con algunas penosas situaciones actuales.
En
este caso, el viñedo y su fruto queda relegado al título y a un
sueño de esperanza. Aunque en esta película no se llegan a ver viñas en ningún plano, se plasma ese sentimiento en una secuencia en la que al
abuelo de la familia le leen un folleto donde se reclaman 800
recolectores para los campos de California, y entonces el hombre, ilusionado como un chiquillo, pone su sueño encima de la mesa. Relatando una cata de uva con el sentimiento más profundo
que jamás se haya visto en la historia del cine:
“Ya
veréis en cuanto llegue a California. Cogeré todas las uvas que me
de la gana . Por fin podré hartarme de ellas. Cogeré de la cepa un
buen racimo y lo arrastraré por mi cara para que me caiga el jugo
por todo el cuerpo. Puede que hasta me meta en una tinaja llena de
uvas, me siente sobre ellas y las aplaste hasta que no quede ni
rastro. Eso sí me gustaría, vaya que si me gustaría.”
Otra
película donde el viñedo juega un papel importante es “Un buen
año”. La historia narra la vuelta de Max Skinner a la Provenza
francesa para vender un pequeño viñedo que ha heredado de su tío,
al que estuvo muy unido en su niñez. Este será el punto de
inflexión que hará temblar la filosofía de vida de este experto en
inversiones bursátiles.
En
este caso vemos al viñedo como una vuelta al origen y a la infancia.
Esa época de la vida, en la cual casi todos recordamos ser más
felices aunque posiblemente nuestros recuerdos reales estén muy ligados
a ensoñaciones y realidades creadas por nuestra imaginación. De todos modos y a pesar de su falta de originalidad, es agradable comprobar como este tiburón de las finanzas se va sumiendo en
ese regreso a las raíces, a las viejas costumbres, a las ancestras
tradiciones. Tan viejo, ancestral y tradicional como el propio vino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario